Wednesday, January 7, 2009

HISTORIAS TRAS EL BUDARE

Valentina Iturbe-LaGrave

“Y pensar que vuelvo a caer en el abismo de mi mente. En las fantasías, ilusiones y deseos que habitan en mi ser”.

En aquellos días de descanso, salíamos de la ciudad al pueblo, Río Chico. Parecía ser la hora perpetua del recreo, cuando el tráfico citadino inundaba las carreteras de una vía y nos asábamos de calor en los carros, ansiosos todos, de llegar a las orillas de los canales. Eso es lo curioso de Río Chico, un lugar donde las vías divisorias son los canales de agua, y los manglares y las iguanas son marcadores de algún tiempo inédito donde no pasan las horas y el descanso y el placer se sumen en el transcurso de los días.

Casi siempre llegábamos al medio día, y ese calor pegajoso y sofocante del carro se extinguía en el segundo que se apagaba el motor y salíamos como sardinas enlatadas a ponernos trajes de baño y tomar algún refresco. Recuerdo la casa, la habíamos llamado “Cumbi-Cumbi”, y es tal vez lo único que extraño de Venezuela.

Éramos libres en Río Chico, corríamos y jugábamos sin adultos siguiéndonos todo el día, y recuerdo que las iguanas (que no he visitado en más de doce años) se postraban junto a la piscina a tomar el sol, el verdadero “largarto en su charco”. Pero lo inolvidable eran las mañanas, cuando mi abuelo iba al pueblo a comprar arepas cocidas en un budare y las traía en una cesta a la casa: ese olor de café molido y arepas cocidas en un budare. Recuerdo haberlo acompañado una vez, y haber visto aquella plancha que ardía y sobre ella, perfectas creaciones de maíz blanco que se cocían y se tostaban en preludio al calurón matutino de las nueve.

Y me fui de Venezuela, y dejé atrás los budares, las arepas, las iguanas. Y si tengo que definir el sabor de mi vida en ese país, sería eso: maíz cocido en un budare. Y lo que ahora me acerca, y me lleva a ese mundo que ahora en Boulder a veces parece tan lejano y me atrevo a decir-exótico- es la literatura. Pero ella también es un tipo de budare encendido, porque al final del día quedan en ella los recuerdos, las historias y los sabores típicos e indescifrables de lo propiamente autóctono.

"En idioma español, de buena cepa, 'pan de maíz' titúlase la arepa, pero es preciso ser de nuestra tierra para saber lo que la arepa encierra. ¿Qué señor extranjero que no sepa cómo hablamos aquí, podrá creer que dentro de una arepa cabe cómodamente una mujer? Pues cabe, y no ella sola, sino una casa, un radio, una vitrola, la cesta del mercado con lo que traiga dentro, el alumbrado, las ropas, dos o tres barrigoncitos y muchas veces, hasta los 'palitos'.

Extractos del poema "La arepa" de Francisco Pimentel (1889-1942) poeta y humorista venezolano.


Arepa
1. f. Ant., Col. y Ven. Especie de pan de forma circular, hecho con maíz ablandado a fuego lento y luego molido, o con harina de maíz precocida, que se cocina sobre un budare o una plancha.
Budare
1. m. Col. y Ven. Plancha circular y semicóncava de barro cocido o de hierro que se utiliza para cocer o tostar alimentos como la arepa, la cachapa, el cazabe o el café.

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